A la muerte de José Emilio Pacheco

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“Oye, José Emilio sigue grave”, le dije a mi mujer al ver el avance informativo en internet a media tarde. Nos acostamos en la cama a leer y nos quedamos dormidos. Abrí los ojos un par de horas después y ya oscurecía. Mi mujer también despertó, estiró la mano para alcanzar su teléfono, ojeó algunas cosas y dijo: “Ya falleció José Emilio”.

En la televisión nacional, la internet y en redes sociales, las notas crecían y se multiplicaban: “un golpe en la cabeza”; “se fue tranquilo”; “habrá una despedida pública”; “se durmió y ya no despertó”…

A cuento muy personal: El lector se apropia de algo cuando se ve tocado por algún escritor, aunque nunca llegue a conocerlo en persona: se vuelve nuestro. Como lector, o como groupie de algunos escritores, la muerte no debe dejar de ser natural pese a conocer personalmente a las figuras que uno admira. Ocurre que, a veces, uno se distrae con la admiración y mitifica la verdadera herencia de un autor.

En nada me conmovió el fallecimiento de Carlos Fuentes, y mucho menos la partida de Juan Gelman. Nunca conocí a Monsiváis realmente (pese a que nos sentamos muy cerca en alguna cena) pero tampoco lo he admirado jamás; por tanto, su fallecimiento no empujó ninguna respuesta emocional.

Pero habrá lectores que, ante la muerte, comienzan a levantar altares y templos. Es que siempre habrá quién exagere legados y grandeza al envolverse en la cursilería de la pena y el duelo. Y es entonces cuando brotan, de Dios sabe dónde, todos esos admiradores improvisados y, claro, proliferan los lamentos de la boca de los que ni siquiera leyeron al autor. Sin embargo, José Emilio Pacheco, más misterioso y distante, a quien nunca conocí, me había marcado positivamente desde nuestro primer encuentro entre páginas. Y sí, al enterarme de su fallecimiento, sentí una profunda tristeza.

Ni la muerte ni los dolidos deben gobernar ningún juicio sobre la obra. El que no sabe qué peso debe darle a un autor sólo debe leerlo sin atarse a devociones. Pero no deja de ser muy válido compartir la pena y derramar unas cuantas lágrimas honestamente. No importa cuántos engranes y tornillos insertemos en el pecho, el corazón no impide apreciar cierta belleza en las cosas.

En fin, ha muerto José Emilio Pacheco. Que se recuerde con justicia.

-Fabio Marco Iván

3 pensamientos en “A la muerte de José Emilio Pacheco

  1. Me dolió la muerte de Pacheco, igual que hace unos días la de Gelman. Nos lo conocí personalmente pero con ambos pasé momentos importantes, intensos, cargados de emoción. Eso pasa cuando la pluma de un escritor te hace vibrar: se vuelve «tuyo».
    Saludos

    • Hacerlos nuestros es lo que garantiza la memoria. Es lo hermoso de la lectura. Por cierto, también me conmovió su texto «Lo que le pido a JEP» porque lo leí cuando parecía que José Emilio no se recuperaba. Saludos.

      • Esa es la magia de leer, sí, traspasa toda frontera y límite.
        Saludos
        PD Hay una errata en mi anterior respuesta. Debió decir «No los conocí».

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